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viernes, 23 de abril de 2010

Historia de la Coronación Canónica de la Virgen

El acto de la Coronación ( 2º Parte)


Capitulo X
A continuación los Condes de Puerto Hermoso, Padrinos de la Coronación, llevaron la corona sobre una bandeja de plata a la tribuna donde sería bendecida por el Nuncio, Monseñor Tedeschini. Mientras la bendecía, la Schola Cantorum Carmelita, dirigida por su fundador y director, P. Carmelo Codinach, cantaba el “Ave Maris Stella”. Después el Nuncio, tomándola en sus manos, bendijo con ella a los soberanos y al pueblo.

De nuevo, los Condes de Puerto Hermoso la llevaron hasta la carroza de la Santísima Virgen. El Señor Nuncio ascendió por la escalinata, preparada al efecto, para ponerse a la altura de la Virgen. El Señor David, el orfebre de la corona, tomó en sus manos la bella corona del Niño, ofrendada por los niños jerezanos, y la entregó al Señor Nuncio, que la puso sobre su soberana cabeza. Después el Nuncio tomó en sus manos la corona de la Virgen y un haz de oro y pedrería se elevó sobre la augusta cabeza de la Reina del Carmelo y suavemente la hizo descender sobre ella, mientras el corazón se paralizo en los miles y miles de pechos que contemplaban aquel acto.
“¡Ya, ya esta coronada!”. El momento fue de honda emoción, indescriptible, contara a sus lectores el periódico local “El Debate”. Todo el mundo respiró tranquilo y después gritos de gozo. Tocaron las palmas y lloraron de gozo. El sueño ya era realidad.
Las fuerzas rindieron armas y las bandas al unísono ejecutaron la marcha real. Terminada la interpretación la multitud no se pudo contener y vitoreó y gritó vivas a los Reyes, a Primo de Rivera, al Ejército y a la Armada, a la España católica y al director de la coronación, padre Llop, cuya emoción le hizo derramar también lágrimas. Y todos estos vivas se fundieron con las estrofas del himno a la Coronación: “COMO DIOS TE CORONA EN EL CIELO, TE CORONA JEREZ CON SU AMOR”.
La mañana, que había amanecido gris, se hizo de oro. El sol lucía porque la Reina del Universo había sido coronada, porque él que infunde alegrías en los corazones, no podía faltar esta mañana de gozo y alegría.

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